Aunque hoy es una ciudad moderna, muy distinta a la de antaño, no pierde su esencia
Santiago de León de Caracas es la capital de la República Bolivariana de Venezuela, así como el principal centro administrativo, financiero, político, comercial y cultural de la nación. Primero fue el hogar de la tribu indígena a la que le debe su nombre y con el pasar de los años se convirtió en una ciudad cosmopolita.
Antonio Guzmán Blanco, presidente de Venezuela en tres
oportunidades, quiso convertir
Caracas en su pequeña París. Fue en ese entonces cuando se realizaron construcciones al mejor estilo francés:
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El Capitolio,
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El Panteón Nacional,
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El Palacio de las Academias,
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El Teatro Municipal,
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El Arco de la Federación,
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El Calvario,
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La Santa Capilla,
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La Basílica de Santa Teresa,
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El Templo Masónico y
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La estatua ecuestre del Libertador en la Plaza Bolívar
La ciudad se daba
ínfulas de ser una “pequeña
París’’ y el entorno era comparable al de la Belle Époque. Todo estaba teñido de un exagerado
afrancesamiento en la manera de vestir, hablar y comer de sus habitantes.
Los dueños de panaderías, confiterías y reposterías eran de origen
francés. Además, había muchos
restaurantes cuya comida fue contribuyendo con la historia culinaria nacional.
Estos iban desde la refinada cocina francesa hasta las especialidades italianas
y las famosas tostadas. Conjuntamente, abundaban los botiquines o las cantinas,
donde el coñac era la bebida favorita, el ron la opción más barata y
el whiskey todo un lujo, por lo complicado que era encontrarlo.
La historia gastronómica se une al origen de esta hermosa
ciudad. Las costumbres culinarias fueron
evolucionando con el pasar de los años y la historia se fue adaptando a
nuevas tecnologías e influencias culturales del día a día. Durante la colonia
se comienza a elaborar pan y hacia 1852 se inicia la panificación industrial, una
década después de la llegada de las cocinas de hierro importadas desde
Inglaterra.
Las principales calles de la
Caracas de antaño, en 1861, estaban llenas de pregoneros, vendedores
que iban gritando o recitando sus mercancías por las veredas capitalinas. Los
más populares eran:
- El aguador, que vestía con hermosos y llamativos colores,
- Las negras, que vendían dulces y frutas,
- El vendedor de la gran torta bejarana,
- El muchacho que vendía maní tostado de noche y
- El amolador y su flauta
Actualmente, es una ciudad
moderna, muy distinta a la Caracas de los techos rojos, pero no pierde la esencia y el contacto con sus antepasados.
Esto queda en evidenciado en la forma de comer de los caraqueños actuales, que
usualmente degustan platos típicos y bebidas como el asado negro, la arepa, el
pan de jamón, las empanadas, la chicha, el papelón con limón, la hallaca y los
golfeados; entre otros.
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